FÚTBOL, UN DEPORTE DE FRACASADOS

Diego Capel

Ayer, mientras el Sporting se disputaba los tres puntos ante el Extremadura, mi progenitor y una servidora hablábamos acerca del fracaso centrándonos en el fútbol. La conversación surgió tras a ver a Diego Capel en las filas del equipo extremeño. Él, que ocupó portadas en las que le comparaban con Messi o Cristiano…

Me vinieron más nombres a la cabeza, como el de Bojan. Precisamente le preguntaron en El País por esa etiqueta de ‘fracasado’ que se le colgó. El delantero respondió: «¿Fracasado? Jugué en el Barça y en el Milan… me siento afortunado». Y no le falta razón.

¿A qué llamamos ‘fracaso’? Supongo que a la imposibilidad de alcanzar unos objetivos o expectativas que nos marcamos o, en el peor de los casos, que exigimos a otros. Como es el caso de Bojan o también el de Capel. Sigo sin entender con qué clase de licencia o en calidad de qué tipo de ‘ser superior’ lo hacemos.

Un ejemplo actual que guarda similitudes con estos dos jugadores es el de Enric Gallego. El (teórico) éxito le ha llegado a los 32 años, edad con la que ha debutado en Primera División, mientras que a los mencionados anteriormente les llegó muy jóvenes. ¿Era un ‘fracasado’ cuando compaginaba su trabajo cotidiano con el fútbol en categorías como Tercera División? ¿Es ahora un hombre exitoso? Probablemente, salvando las distancias, Enric sigue disfrutando exactamente igual con el fútbol, aunque ahora le conoce más gente y juega en estadios con una capacidad mayor. Pero la raíz sigue siendo la misma.

Para ese (teórico) éxito siempre influyen numerosos aspectos: talento; oportunidades; suerte; buen entorno; representantes que busquen lo mejor para el jugador; clubes respetuosos con su trabajo; lesiones; aspecto mental individual; situación deportiva del colectivo… Son tantas las hipótesis que te hacen decantarte hacia un lado u otro que, jamás, independientemente del final de la historia, nadie que lo haya intentado puede considerarse fracasado. El mero hecho de intentarlo otorga una valentía al alcance de pocos.

Precisamente sobre lo relatado líneas atrás, Juan Muñiz, jugador del CD Lugo, comentó lo siguiente en la entrevista que publicamos meses atrás: «Todo el mundo trabaja y da el máximo de sí mismo para llegar lo más lejos posible, pero el factor de la suerte no todos lo tienen. Y no me refiero a la suerte meramente dicha sino a las lesiones; a la posibilidad de tener a un entrenador que confíe en ti y te dé oportunidades reales; aprovechar esa oportunidad y estar donde tienes que estar… Son muchos factores los que engloban esa palabra, la de ‘suerte’».

Ojalá tuviéramos desarrollada la capacidad de empatizar al mismo nivel que la de juzgar. Siguiendo las expectativas de algunos autodenominados gurús del fútbol, éste es un deporte de fracasados. Pero… ¿quién es el verdadero fracasado: el que define así a otro o el propio emisor? Quizá nos mueve más la envidia que el respeto y… así nos va.

En cualquier caso: ni Bojan ni Capel son fracasados. Ni ningún otro. Simplemente a veces las cosas no salen como se planean, porque en el fútbol, y en la vida, las cosas cambian en cuestión de segundos.

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