PEDRI, UNA FUENTE A LA QUE ACUDIR

Pedri Barça
© FCBarcelona

Años atrás, cuando el Barça se desmoronaba e iba perdiendo cromos en su álbum familiar, una pequeña herida se abrió y el paso del tiempo dio espacio y lugar a la nostalgia… Nostalgia de cuando las heridas llegaban después de una divertidísima tarde de juegos. Y esas heridas no dolían, se curaban con el ‘sana, sanita’ porque una palabra –o un gol– de Messi, –un pase– de Iniesta o –una parada– de Valdés bastaban para sanar. Sí, como en misa, porque la liturgia del domingo transmutaba de la iglesia al estadio; de la hostia bañada en vino al balón rodando por el verde; de un grupo de personas reunidas para escuchar la palabra de Dios a ver en directo a un «equipo repleto de dioses mitológicos», como lo definió Davis.

Esa nostalgia dejó tatuada una cicatriz, una que pica hasta que te hace revolverte sobre la silla cuando va a llover, se avecina tormenta o cuando, simplemente, cambiará el tiempo. De frío a calor. Y viceversa. Porque eso es el Barça ahora: un día sientes un leve déjà-vu que abriga la herida y otro te deja tan congelado que aparecen pequeñas ‘costras’.

Sin embargo, aquel Barça fue como un grupo de médicos que sabían cuándo abrir y cuándo suturar, adelantándose a un posible desgarro o desangro… Pero es que los propios médicos «dejan tachaduras cuando abren la carne y luego la cosen», como escribió Irene Vallejo en su ‘El infinito en un junco’. Porque infinitas también parecían las posibilidades del club culé hasta que él también transmutó de fuente de agua para beber a un desierto que repele los oasis.

Uno había asumido ya ese camino fatigoso, sediento, caluroso… y de repente aparece Pedri, que se convierte en un oasis capaz de acabar con la sed de venganza y con la de ilusión. Y es capaz de cavar, una y otra vez tanto en el área propia como en la rival, y por supuesto en la medular, para encontrar ese agua con la que alimentar a millones de personas que ansiaban volver a sentir la silueta de alguien parecido a Andrés Iniesta con la zamarra culé.

Pedri tiene la belleza de las fuentes antiguas y la capacidad de embotellamiento en serie actual. Pero, ante todo, de mitigar la sed… que no es poco.

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